viernes, 1 de octubre de 2010

La educación de los niños

Hoy viernes, ha sido un día laborable normal.
Esta mañana he ido a la universidad y por la tarde, a trabajar en la academia de dibujo con los niños. Estos pequeñajos me traen loca, tienen mucha, mucha energía. Desde los tres hasta los diez años que los tengo, no dejan de asombrarme con sus respuestas y reflexiones. 
Todos ellos me hacen pensar en el comportamiento innato del ser humano; pues los hay decididos, tímidos, muy activos, risueños, soñadores, serios.. No dejo de pensar en qué influye en estas criaturas respecto a su comportamiento. Aun son niños, pero su pequeña persona refleja ya las características de su personalidad. Los observo, y me planteo en qué le afecta su entorno familiar. Un ejemplo; un niño muy nervioso, inquieto, atrevido, prácticamente sin respeto por mi, los compañeros o los otros profesores. ¿Será hiperactivo? ¿Carece de atención familiar?
Cuando esta tarde su madre se ha dirigido a mi para preguntarme que tal las clases, no me estado de sincerarme que su hijo no se comporta demasiado bien. La mirada de esa madre reflejaba un estado de agotamiento, cómo diciendo "lo sé, siempre es así..." Incluso, se ha decantado por borrarlo. Ante esta situación, me he negado en el momento, pues le he sugerido cambiarlo a otro día de la semana más tranquilo, ya que también le afecta el tener un compañero de la escuela allí con nosotros, con el que ha encontrado un refuerzo para su mal comportamiento. ¿Es esto viable? Es decir, ¿Hasta que punto pretendemos desacernos de la actitud de ese niño? Que lo borre de dibujo, no significa que el niño cambie. Afrontemos la situación.
Estando con él, muchas veces he pensado que en su casa le dejarían hacer de todo, pero esa madre transmitía angustia por cómo se comportaba su hijo. Yo pensaba, "no te sientas culpable, es un niño que necesita más atención". ¿Pero hasta que punto debo responsabilizarme yo, pues yo no soy su educadora, sino su maestra de dibujo?
Quizá porque, si por mi fuera, les daría las clases de forma individual para sacar lo mejor de ellos. Que no sintieran la necesidad de llamar la atención de nadie. De alcanzar su fondo. Y de que ellos se brinden la oportunidad de conocerse en esas circunstancias distintas de lo habitual.
¿Se plantean los padres que sus hijos también necesitan estar solos? Realizar actividades tranquilas.
La mayoría de los niños que vienen también hacen actividades tipo karate, fútbol, inglés, básquet..
Entre la cantidad de extraescolares, y que éstos no les dejan ser ellos mismos, sino en base a unas normas o directrices específicas, ¿cómo pueden esos niños, sentirse calmados, no presionados?


Es complicado, aunque tengo la esperanza de alcanzar, aunque sólo sea un poquito, el fondo de esos niños.
Yo no tengo ninguna experiencia como educadora (aun estudio bellas artes, tengo veintiún años), quizá sea la motivación y esperanza puesta en ellos lo que me dan ganas de avanzar.


En una ocasión, hablando con una profesora de primaria, ésta decía que las niñas son más atentas, calmadas y trabajadoras que los niños. Ésto me dolió, porque era una forma de juzgar a los niños de forma directa según su sexo.
Aquí me pregunto, una vez leída la entrada inferior sobre "El coste oculto del machismo", ¿viven mayor presión los niños que las niñas?
Porque sin duda, estas semanas con ellos me demuestran que éstas tienen más capacidad de atención que ellos, aunque quisiera negarme a esa afirmación, pues eso es dar juicio a una idea que me enfurece demasiado. Juzgarles por ser niños, eso no está bien. ¿Pero como puedo hacer para que ellos también encuentren su saber estar entre el mundo del arte? Porque sin duda, este mundo abarca tantas técnicas y métodos posibles, capaces de ayudar a cualquier persona, según su sexo, edad, problemas o discapacidades.


Buscaré las formas, aunque de momento con ellos me enfade y los castigue de vez en cuando, formas alternativas de establecer un diálogo entre ellos y yo. El castigo continuo no es una buena opción. 

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El coste oculto del machismo

¿Puede el fracaso masculino a la hora de elevar su esperanza de vida tan rápidamente como las mujeres explicarse íntegramente en función de prácticas, sociales y clínicas, modificables? No veo razón alguna para dudarlo. Los varones fuman más que las mujeres, comen mayores cantidades de carnes rojas ricas en grasas, beben más alcohol, toman más drogas duras, se exponen a mayores cantidades de sustancias industriales tóxicas, corren mayores riesgos en el puesto de trabajo, conducen más deprisa e imprudentemente y desarrollan con mayor frecuencia personalidades competidoras generadoras de tensión. 
Como resultado, fallecen más a menudo a causa de ataques cardiacos, apoplejías y otras dolencias cardiovasculares, cánceres de pulmón y cirrosis hepáticas, accidentes automovilísticos y laborales, así como homicidios y sucidios. 
Los estudios demuestran que sólo el tabaquismo podría ya explicar la mayor parte de la actual diferencia de longevidades. La macabra ironía de esta saga de infortunios es que refleja fielmente el papel social machista tradicionalmente atribuido al sexo masculino.
¿Acaso no se ha educado a nuestros jóvenes en la creencia de que es varonil consumir grandes cantidades de carne, fumar dos paquetes al día, aguantar más que nadie bebiendo, apechugar con las incomodidades, correr riesgos, conducir deprisa, ser rápido al desenfundar y no mostrar miedo? Esto me induce a plantearme si el extraño silencio que rodea el asunto de la diferencia de longevidades no será en sí mismo un producto lateral involuntario del síndrome machista y de los antagonismos que el machismo ha sembrado entre hombres y mujeres. ¿No habrán decidido los varones portarse sencillamente como hombres y no lloriquear ni quejarse? Los hombres sólo pueden culparse a sí mismos. No podía esperarse que las mujeres se adelantaran a revelar el secreto cultural de su mayor longevidad. Para las feministas, que aducen que las mujeres son víctimas del sexismo, el hecho de que éstas sobrevivan a los hombres es poco conveniente desde el punto de vista político. 
¿Quién oyó jamás hablar de siervos, campesinos, esclavos, pueblos colonizados, parias o proletarios oprimidos que fueran más longevos que sus opresores? Y naturalmente no todas las mujeres temen la muerte temprana de sus esposos, especialmente si se trata de machistas titulares de sustanciosos seguros de vida. Independientemente de cómo se decida explicar la infravaloración ción de la diferencia de longevidades en cuanto cuestión social, reviste importancia, a mi juicio, que tanto los hombres como las mujeres comprendan lo que en realidad representa: no el precio que los varones pagan por nacer con cromosomas XY, sino el que tienen que pagar para poder cumplir con las expectativas de la imagen machista, culturalmente determinada, de lo que debe ser el varón.

A estas alturas supongo que debe estar ya claro por qué los diversos grados y clases de subordinación relacionados con las diferencias sexuales humanas son fruto, primordialmente, de una selección cultural más que natural. ¿Cabe afirmar lo mismo de las distinciones de rango en general? ¿Nos obligan nuestros genes a vivir siempre en grupos divididos en encumbrados y poderosos, por una parte, y débiles y humildes, por otra? Y si no es así, ¿por qué la jerarquía es omnipresente en nuestras vidas?

Capítulo "El coste oculto del machismo" del libro NUESTRA ESPECIE, del autor Marvin Harris

"Donde el corazón te lleve"

" Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular la savia. Raíces y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos. Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad que respiraste el día que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aun. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve. " 


Susanna Tamaro